sábado, 20 de noviembre de 2010

Encuentro Internacional de Editoriales Independientes




Estephani Granda Lamadrid, Fernando Reyes, Norma Bazua y Arturo Alvar


Lectura de "Afrontar los mares en cuarenta Barcos de Guerra: reconfiguración del canon en la poesía mexicana" EDITA 2010

Lectura de cierre Edita 2010, VersodestierrO

miércoles, 10 de noviembre de 2010

Antología de poesía Moebius: Nacidos en los ochentas

Respecto a la construcción de una tradición, el ejercicio literario depende mucho del diálogo que establecen las generaciones de escritores, entre ellos, con la sociedad y con sus propias obras. Sin embargo, también es cierto que dentro de la misma tradición, sobre todo con respecto al canon de la poesía, impera sobre todo el valor, por demás conservador, de que la literatura no debe ser contaminada por la mirada crítica del contemporáneo.

Dentro de las antologías poéticas oficiales, hablar de diversidad se ha tornado en mero discurso de lo “políticamente correcto”, para designar el carácter común de las obras. Sin embargo, las trayectorias poéticas se van haciendo visibles en la medida que nuevas generaciones, desde un carácter más independiente, han roto con el valor de la auto-incomprensión, impuesto desde la tradición predominante, expresándose a favor tanto de la necesidad de reflexión en torno al propio quehacer poético, así como de la retroalimentación entre sus propias creaciones y concepciones como un ejercicio consciente de sí mismo y lo que contrapone.

Que se pueda hablar de la existencia de una generación poética, conformada por escritores mexicanos nacidos en la década de los ochentas del siglo pasado, se debe a una voluntad colectiva que le da ubicación en el espacio y tiempo. Durante el mes de mayo del 2010, se llevaron a cabo jornadas poéticas con lectura de obra propia, a iniciativa de Estephani Granda Lamadrid, en distintos espacios de la Ciudad de México, con una importante participación de más de una veintena de autores entre 20 y 30 años, no esperada por los propios organizadores. Un acto público que propició el ejercicio reflexivo y que a partir de ese momento pretende realizarse año con año, incluyendo a más poetas, razón por la cual se determinó como proyecto común la realización de una Antología que, publicada de manera autogestiva, delineara los márgenes y nodos de la poesía que presentaron los jóvenes participantes.

Al referirnos a una generación, damos énfasis al suceso de este encuentro, retroalimentación y auto-reconocimiento. Esto toma distancia del “archipiélago de soledades” en que se vieron los Contemporáneos; tampoco nos vemos arrojados por completo al proyecto vanguardista de los Estridentistas y sus herederos. Aún menos nos sentimos identificados con un grupo selecto, en espera de consagrarse a la sombra del patriarcado literario. Nos concebimos, más bien, como resultado de una búsqueda de la condensación de pasados literarios que adquiere una identidad propia y un porvenir. La poesía, ni más ni menos, para nosotros es como una cinta de Moebius: hace que lo exterior se interiorice, el significante se continúe en el significado, la forma en el contenido, el yo en su circunstancia, el arte con la vida; no sólo ampliando el mundo, sino también, redescubriéndolo: en la palabra que proyecta la metáfora como germinación de otra realidad.

Cualquier vanguardia es exterior a nuestra generación, mas por un desdoblamiento consciente. Lo que pasa allá afuera no puede ser soslayado. La etiqueta del yo lírico viene impuesta por un romanticismo mal entendido. El ensimismamiento, la necrofilia, son salidas engañosas. El infinito que rodea al tigre, el círculo de fuego, el emblema del poder, son una cárcel. Es necesario dejar la casa, dejarla intacta, mudar de voces, que se quede el ser de la poesía. Hay un sol que fenece, duerme y se sueña perseguido por la noche, con todo lo que nuestra poesía contiene y que hemos pasado al otro lado de la cinta. Porque Moebius también es un vehículo donde el pensamiento puede avanzar a la velocidad de la realidad y chocar con lo eterno, hecho danza y silencio, hacerse añicos en la continuidad del cerebro, quebrar cuanto horizonte quede malherido, dejar que la obra se disuelva en la marea de los sucesos, en el presente de la espuma. Una congregación de poéticas heterodoxas que han de demoler al impertérrito olvido.

La revista “Sapiencia”, en este número 6/7, presenta una selección de poemas que forman parte de la Antología “Moebius. Poetas de los ochentas”, que en este caso se acotó a las voces femeninas, ya que frecuentemente “la lira de ellas está más afinada que la de los varones”, como dice Enrique González Rojo, a propósito de los criterios de selección tradicionalmente excluyentes hacia las mujeres. En este sentido, la Antología se despliega en un movimiento más amplio: el viaje de veintidós jóvenes, escritoras y escritores, que se reconocieron en días de ignominia, supieron escuchar al otro y tenderse las manos con las que escriben y seguirán haciendo poesía.


Judith Santopietro (Veracruz, 1983)

Yang-Bara

Regreso
nada mutila la esencia de mis pasos ancestrales
desde una estepa en la que nada sé.
La mujer negra revienta los granos de café
en el mortero;
la mujer negra
en los campos de algodón
donde urde el ritmo
recolecta la lejanía de los dioses.
Desde las quijadas de animales
brota la música,
es el rezo constante
de un aliento atrapado en mí.
Luz entre la carne negra
Luz de raíz negra
se vuelven las plantas de mis pies
iluminan el áspero viaje a la montaña.
Esta noche
en la danza de los cimarrones
convocaremos la oscuridad de los tambores encendidos
y entre nosotros
el canto se hará vértebra
de un dios animal.

Ileana Garma (Yucatán, 1985)

Una Noche (fragmento)

Cuando entraste a mi piel
con toda la furia de la soledad
de la noche los días los puestos de carne
Con toda la soledad de la furia
los vestigios los trabajos
yo no esperaba nada
Abrí la cortina de un muerto amanecer
deformé callejones entre cigarrillo y cigarrillo
hasta que me cerraste los recuerdos con tu cuerpo
Yo no esperaba nada
así que mentí entre cadenas y fósforos
rosales que detrás del hotel se pudrían
sin esperar nada llegó la luz
me cubrí con una sábana para romper el silencio
Yo no esperaba nada cuando te tomé de la mano
subimos escalinatas descubiertas por la lluvia
aprendimos de botones rotos
de cabellos atrapados por la humedad
Aprehendiste mis pasos en la cerrada luz
en mi cerrada boca de aprendiz minúscula
en mis jardines que se alargaban como una trampa
No esperaba nada
cuando encontré diminutos patios en tu cuerpo
bancas en la noche para dormir
columpios sujetados por el sudor de tus manos tibias
tus pies
tu delgada cabeza de Aquiles vencido.


Ixchel García (D.F, 1986)

Sobre la soledad

He aprendido a bailar
por la soledad
sin tropezar más conmigo.
Doy rostro al humo,
olas y caracoles.
Se alejan,
desbaratan,
ansían ser eco.
Desperté como un caballo que nació muerto,
teñí de olvido la sangre,
brinqué mi sombra,
até mis palabras a un torbellino
que envié a naufragar por el desierto.

Le Coeur 2008 (fragmento)

El frío llega,
los años desaparecen
y el cuarto está repleto de hojas.
Espero el repentino viento que lleve al verdadero,
dejar los Adioses que buscan
Holas imprevistos,
los Me voy que regresan,
a ti de madrugada sin motivos bajo mi casa,
al no te veré y nos veremos.
Te soñé al otro lado,
empapada de soledades,
soledades tan mías
tan tuyas
tan nuestras.


Elena Flores (Puebla, 1985)

No Musa

No seré a quien supliques frágil
Musa
Compadécete
no te contaré de cómo en esos tiempos
se resolvían las cosas magistrales
ni guiaré tus manos
No está escrito así en ningún pergamino
ni bajo el designio de un ser omnipotente
Se encuentra restringido el calor de mis palabras a tus oídos
no seré a quién agradezcas febril la tibieza de mi vientre o el amor.

Distancia

La mujer de nieve ha venido a dormir esta noche conmigo
en mi lecho las dos certeras sabemos que el sonido de tu voz desaparece
ríe, me abraza más fuerte que nunca
dónde queda la fe si ya has muerto…

Filamento

En un filamento temporal somos uno mismo
el mundo se convierte tan sólo en una mota
convergen suaves las palabras en la atmósfera
También es cuestión de nimiedades desaparecer
romper el lazo, seguir por caminos distintos
reacomodar la rutina, olvidar, soltar, desvanecerse…


Diana Garza Islas (Nuevo León, 1985)

verbigracia: [variaciones sobre lo mismo]

Cada palabra que escribo es mi epitafio

I

Que el pez soporice las estancias con su arpón milímetrico. Estrellas aquí mismo. Enumeraciones. Vampiros móbil dicere en la costa más oeste (y lo de siempre: o este; obviedades, simulacro de estilos y de hombres. Palabras a la espera. ¿Palabras a la espera? Astros y grafías ancladas al talón más épico (edípico ó eléctrico) de todas tumbas por deexcavar aún, sí, nuestro epitafio, última pifia de cascajo lapidaria. Cacofonías. Gajes de: la manzana fúnebre al oído: (letanía correspondiente) el background de alguna vez, la apantallante intermitencia de aquí al lado, enfrente de mí —. . . ah, la perspectiva.

Y no diremos: hoja en blanco. Sino redes. Tejidos ágrafos descobi¬jando del olor maché y contraportadas de hace siglos, ribeteadas en fuego y glorietas de luzsangre.
[Palatalizar la sílaba / Razilatalaparla así, lava — ]
Y muda. Este hospital de cada día que florilegia las jornadas con sudor y pan, con la sangre frente al batallón que dice: así. Y a la mañana siguiente —
Sólo espero escribir esta palabra.

II

[Los continentes se derretirán por séptima vez si no te asomas al festín de lo impalpable: trozo de, icebergs describiéndose. Atlánti¬das cosas, como dije alguna vez, respecto a algo, con otras pala-bras y en otro idioma. Así, como decir: no, nunca. Y basta, que la balle¬na avecina desde la pecera más natal, Yo: Natalia Oralia, Centinela:

III

Desde este ángulo los sueños se ven mejor, pero las formas no tienen dueño. Las cosas se apalabran a mediooído, cual colgados al revés, los pájaros de siempre. Sangre, dícese. Tongoy. Las guaridas encar¬aman al umbral. (He dicho cosas como esas, en otro tiempo.) Es¬pacio y masa, las orillas se doblegan. Guarismo de lo intepretable. Hermenéuticas del vacío, quién, dice. Y se aturullan los ciempiés:
crisálidas, garzas, madreselvas. Todos los orificios. Baal, Galil, Umbralia, Ur. Y cada ciudad del siglo correspondiente a cada letra, que es, a / hacia / entre y para sí, el ombligo del mundo. La pre- posición, la impostura, el equilibrio, el punto muerto. El disfraz de un mimo funambulista, espía de los pecados de ningún Yo.

¿Tú, lector. . . ? Porque yo escribe esa línea, y no concibo [ . . . ]
[Sí : No, ningún espectro de embrión se incubará ya en mis heridas dactilares]


Monserrat Morales (Puebla, 1985)

Silenciosa marcha (Fragmento)

Uno está a la orilla del mar
salándose los ojos
No hay otro modo de estar.
Uno es el perro ciego ladrándole a la luna
entre el garrote y la mofa.
No hay otro modo de ser…
sólo este oscuro destino de isla sorda
donde la sal relame los bordes de su orilla
sólo desnudos somos nosotros

por eso en el cuartito de hotel me besas toda
ahí donde no me oculto ni un centímetro
donde el amor es más honesto
aunque sea amor de tarde contagiada de lujuria

escucha el orgasmo silencioso de mi cama a tu isla
escucho silencio

mi nombre es agua y viento
lengua envenenada de sacrificios
(vivo acostumbrada a lo mundano
a los albures
al café barato
vivo callada
callada
no muero
no soy árbol
no soy tuya)

digamos que soy tú
que aparezco en las pesadillas mordiendo tu boca
destrozando tu casa
y habito contigo desnuda y sin ojos
escucho silencio de tu boca a mi cama
caminaré por las calles escupiendo veneno
la lengua me arde de tanta soledad seca
el viento me deletrea la terrible ausencia que crece
entonces me miro tan mujer de tierra como mi madre
y en la sombra de alas batiéndose por encima nuestro
nos volvemos miserables
soy tan terrenal como ninguna
vengo arrastrando siglos en las pestañas
una maldición dictada por todos
una ceguera para cantar mi dulce saeta
para limpiar el rostro con mi lluvia nueva
para despertar
cuando decline el sol.

Yendi Ramos (Oaxaca, 1982)

Danza después de la vigilia

Me voy como la sombra cuando declina;
soy sacudido como langosta.
Salmos: 109; 23

La noche cobra los vicios
el agua se lleva el olor de los dedos
mi sudor se queda dormido: le gusta tu cuerpo.

Despedirme es mi danza en las mañanas.
Y te tomo del cuello
no delato con los pasos
alzo los talones
cierro la puerta.

Menuza

Ese vestido negro
tirita en el camino
olvida que hay algo más que temblar
sentado en una banca
entonces huye
tan ligero y torpe se mece
de una calle a otra
quiere teñirse de viejo
por eso guarda en los bolsillos
un ramo de hojas secas.
Tiene hambre
lo sé
lo sé
porque un craj de hierba
dejó sorda la piel que deshizo.
.

domingo, 7 de noviembre de 2010

Poetas en el Café Brujas, perros afuera del Café La Habbana, policías empapados por la lluvia sobre Bucareli, el fantasma de Mario con su bastón cojo, sorteando el infierno donde los amigos son lo más "espeluznantemente bello".

Al fondo del Café Brujas, el cuadro de Felipe Gaytán, La perra ahorcada, que redondeó la temática central de la noche, en un entre que sostuvieron los poemas de Gabriela Puente, con su poética de las perras palabras, y por otra parte el sentido dubitativo de los perros violentos de Arturo Alvar. Víctor M Muñoz sorprendió con una lectura intensa y cargada de trasfondos políticos, que dieron una visión referescante a la poesía social. Para Germán Garfías fue su primer lectura, y la enfrentó con buen ánimo.

Garfias nos presentó poemas que por momentos dejaban ver intensiones críticas, pero que tendían más a un idealismo taciturno. Sus poemas coqueteaban un poco con el lugar común para luego escaparse por la tangente. Pese a esto, se mantuvo con voz firme, y no dudó en sostenerse en contacto en el público, cosa que al final fue felicitada por algunos escuchas.

Por su parte Víctor M Muñoz, dio una lectura completa, variada. Quiso demostrar, como lo declaró desde un principio, que para él escribir en verso libre es igual que escribir con métrica. Leyó un par de sonetos, que jugaban con lo trivial, y luego desenfundó un Mambo 18.5 que bien pudo ser nota bambolera de una primera plana de La Prensa. Y para rematar leyó un poema sobre el 68 que dejó retumbando el oído emocional del público.

La poblana Gabriela Puente nunca queda a deber, y esta no fue la excepción. Compartió materiales inéditos al azar, desprendidos de varias hojas sueltas de sus libros en la butaca de los editores que pronto los darán a luz. Lúdica como siempre, pero algo más desenfadada, más poderosa a la vez, leyó con descaro, con gracia y desfachatez. Un estilo que ha logrado cautivar tanto a lectores como lectoras y que como buena "Paladradera" ha conjuntado un público en torno a su ácida poesía.

Para el cierre de la mesa, Arturo Alvar dio una lectura sorpresiva. Con poemas de amplia gama, oscilantes de lo emocional o lírico, a lo histórico y semiótico, dejó un buen sabor de boca en los escuchas con ese poema que decía: "mi abuela detestaba a Octavio Paz", y luego desenvolvió sus poemas de un pergamino hasta culminar en una versificación lúcida. También puso sobre la mesa poemas perrunos, y al cierre uno digitado desde la memoria, para otorgarle lirismo a esa lluvia que durante cinco semanas ha sido el soundtrack de nuestras noches.

sábado, 6 de noviembre de 2010

Prolegómenos a una sociología de la mafia literaria

Por Enrique González Rojo Arthur

Aunque los contornos formales de una mafia literaria no son tan precisos como los límites de una agrupación política, no deja de poseer alguna estructuración orgánica. Es cierto que los integrantes de este “grupo selecto” no tienen un carnet, carecen de la obligación de pagar una cuota y no se ven en la necesidad de acatar determinados Estatutos. Ello no impide, sin embargo, que sus actos respondan a un cierto código tácito y que formen parte, más o menos destacada, de una asociación de contornos identificables. Realizar una sociología de la mafia literaria es una labor especialmente difícil porque hace suyo un objeto de análisis impreciso, de límites formales que se determinan con dificultad. Las cosas se complican, además, cuando tomamos en cuenta que los participantes de la mafia no sólo niegan su participación en ella sino la existencia misma del grupúsculo elitista. Una de las cláusulas más importantes del código tácito de la mafia es, en efecto, la obligación (por parte del escritor mafioso) de negar que exista la mafia literaria. Esta es la razón por la cual hay una ideología de la mafia. La forma de esta ideología, su carta de presentación, consiste en la declaración expresa de la ausencia de la mafia; su contenido se localiza, en cambio, en el hecho de que tal declaración, al ocultar la realidad del sector privilegiado, está puesta al servicio de los intereses de la mafia y sus integrantes: nada más conveniente para la vida y el poder de la mafia que dar la impresión de inexistencia.

Los miembros de la mafia no niegan, desde luego, la presencia de una élite, una intelligenza, un “grupo selecto” en la cultura nacional; pero sostienen apasionadamente que quienes están en sitios privilegiados, se hallan ahí, no por obra de una mafia, sino por el valor extraordinario de la poesía, la novela, los cuentos o los ensayos de sus componentes. La afirmación de que la valía, la significación, la trascendencia de un escritor cualquiera es la causa determinante de su presencia en la “vanguardia intelectual del país” no es, desde luego, tomada muy en serio por sus propios portavoces. Si así lo fuera, no gastarían las energías que gastan en la conquista, consolidación y extensión de la base material, fundamentalmente extraestética, que les garantiza tanto individual como colectivamente “figurar” en la cultura nacional y hasta ser “alguien” en el boom latinoamericano.

Esta base material está constituida por la influencia que la mafia va logrando poco a poco en las casas editoriales realmente decisivas del país, en las revistas literarias, en los suplementos dominicales, en el otorgamiento de premios en efectivo de diferente carácter e importancia, en la distribución de becas y, desde luego, en las “relaciones internacionales” con la intelectualidad de otros países. La actitud de la mafia al respecto recuerda en gran medida el comportamiento de las órdenes religiosas en general y de la Compañía de Jesús en particular, las cuales, aunque hablan de las creencias religiosas como connaturales al hombre y depositan declarativamente en su confianza en la acción todopoderosa del espíritu, no dejan de hacerse a como dé lugar de las bases materiales que alientan la credulidad humana y asegura el papel de dirigencia espiritual de dichas órdenes sobre los feligreses.

Desde luego conviene subrayar que para ser miembro de la mafia el escritor debe presentar necesariamente ciertas características: es indispensable haber realizado, buena o mala, una cierta producción literaria. Si la producción es mediocre, insustancial (pero “muy dentro de la línea”), no importa: la mafia puede sustituir la ausencia de grandes valores artísticos por un procesamiento extraestético que asegura al autor que se hable de él, que no deje de estar “en circulación”, que dé, incluso, la impresión de estarse codeando con la historia.

Para comprender la gestación de la mafia, vamos a hacer una comparación entre la actividad literaria y la práctica económica. Del mismo modo, en efecto, en que, en la historia del capitalismo, la libre competencia es desplazada por el monopolio, en la vida literaria la competencia individual (basada en el valor artístico efectivo de una obra) es desplazada por la mafia. Los actuales participantes de un grupo elitista, en general fueron en su momento competidores individuales que no pertenecían a ningún monopolio literario; sólo después se agruparon para obtener los beneficios de la asociación mafiosa, del mismo modo en que, por otro lado, en la historia del capitalismo, una vez que ha aparecido el monopolio, la libre concurrencia reaparece, en un nivel más alto, como competencia intermonopólica, también en la vida literaria hay frecuentemente más de una mafia o una pugna entre las diversas mafias que forman el ambiente literario nacional.

En los marcos de esta vida literaria en pugna, una mafia se manifiesta poco a poco como la fundamental y otra u otras como las subordinadas y secundarias. En México, por ejemplo, no sólo existe una mafia dominante (formada alrededor de la revista Plural) sino también otras (como la constituida en torno al suplemente La Cultura en México) que, aunque no jueguen el mismo papel, reúnen todas las características que nos permiten caracterizarlas como mafias. Es bueno subrayar, para terminar con esta comparación de la vida literaria y de la práctica económica que de la misma manera que los monopolios pueden establecer alianzas entre sí y hasta fusionarse, otro tanto ocurre o puede ocurrir con las mafias. No es raro, además, que haya una enconada lucha entre ellas en lo que se refiere a ciertos aspectos y una decidida alianza en lo que alude a otros.

Decíamos más arriba que la mafia puede sustituir la ausencia de grandes valores artísticos por un procesamiento extraestético que asegura al autor los laureles de la gloria y las mieles de la fama. ¿Cuáles son los mecanismos que emplea para hacer tal cosa? Echa mano, desde luego, de los elogios mutuos. Si A publica un libro de cuentos, B y C harán sendas notas bibliográficas laudatorias en diversos suplementos literarios. Si, poco después, B edita un poemario, A y C harán, a su vez, los comentarios elogiosos requeridos. Si, por último, C publica una novela, A y B serán los encargados de realizar imparciales y entusiastas apologías. El propósito que persiguen los elogios mutuos es “armar ruido”. Pero la mafia emplea también el silencio, la omisión: administra sabiamente ruidos y silencios; el ruido, el “escándalo literario”, lo dedica a sus integrantes o “amigos de ruta”; la omisión —el cuerpo fantasmal del “ninguneo”— lo reserva para “los otros”: los que pertenecen a las “pequeñas mafias” o los que ingenuamente se hallan aún en el torbellino de la libre competencia. La mafia sabe con toda precisión de quién hay que hablar y de quién no. Si algún escritor de cierta importancia se pronuncia en contra de ella, la reacción normal en estos casos —una respuesta crítica— se hace a un lado a favor del “arma favorita”: el silencio. Es de esperarse, por ejemplo, que estos Prolegómenos a una sociología de la mafia “pasen inadvertidos”. Comentarlos significaría dar un paso peligroso para los intereses mafioso de los monopolios intelectuales del país.

Todo aquel, además, que se atreva a criticar a la mafia, será acusado por ésta —de palabra, no por escrito— de estar movido por la envidia, la frustración, la amargura. Tomando en cuenta que criticar es “dar importancia”, sólo se comenta algo ajeno a la mafia cuando hacerlo ofrece cierto interés para el grupo. Las réplicas, por otro lado, son unilaterales, y tendenciosas: no se publican los artículos críticos completos, se reproducen citas sacadas del contexto, etc. Aunque los miembros de la mafia salen beneficiados con su participación en el “grupo selecto” (con su pertenencia “anónima” en un equipo inexistente), no deja de tener, en ocasiones, contradicciones entre ellos. Es cierto que, en cada mafia, se reconoce una jerarquía. Hay ángeles, arcángeles, querubes y potestades. Es indudable que, en cada mafia, hay un jefe máximo y los demás, rindiéndole pleitesía, no dejan de soñar, en su fuero interno con el derrocamiento. A veces esta es la razón de fondo de ciertos desplazamientos individuales de una mafia a otra o, si existe la posibilidad, de escisiones que generan nuevas mafias.

Para realizar la sociología de la mafia no es indispensable “dar nombres”. No tienen objeto decir, por ejemplo, que en una mafia están Octavio, Ramón, Tomás, Gabriel o Marco Antonio y en otra Carlos, Jorge, Rolando y David. Del mismo modo que para analizar a la burguesía mexicana no es imprescindible hablar de Trouyet, Garza Sada o Aarón Saenz. Lo importante no es aludir a que tales o cuales personas se han agrupado en una mafia, sino subrayar el hecho de que la sociedad capitalista genera necesariamente estas mafias.

Es necesario indicar, por otro lado, que toda mafia tiene como finalidad crearse un público. No sólo en el sentido de organizarse una demanda, sino en el de rodearse, por así decirlo, de la admiración, envidia, respeto del mayor número de lectores. Una mafia cumple su objetivo cuando hay un número grande de personas que “sueñan” con pertenecer al “grupo selecto” y estar “en el candelero”.

Una sociología de la mafia no puede olvidar, finalmente, que toda mafia es una mafia de clase. La mafia dominante expresa los intereses de la clase dominante. En México, por ejemplo, la táctica democratizante del gobierno reaccionario se llama aperturismo. Esta es la razón por la que la mafia dominante, al tiempo que es, en lo esencial, antiproletaria, se hace copartícipe de la demagogia oficial, y se presenta como depositaria de los intereses populares, cuando no es otra cosa (además de todo lo dicho) que la avanzada intelectual de una nueva táctica burguesa. La mafia que más le convienen a un gobierno que promueve la “apertura” no puede ser sino aquella que, al jugar a la independencia, a la “impugnación serena” de los excesos burgueses, le hace el juego, con su reformismo, a la política burguesa que dice combatir.

Dada la base material de que dispone —subvencionada de modo directo o indirecto por el estado capitalista— la mafia dominante ejerce, además, la censura dominante. Su “apreciación crítica” deviene, de hecho, la discriminación entre “lo que vale” y debe ser propalado a los cuatro vientos y “lo que no vale” y carece de derecho a la existencia. La mafia censura, discrimina, prohíbe. Se hace pasar por la historia y lo hace no sólo respecto al presente —en que el puñado de escritores elegidos hace cola para ingresar a la eternidad, mientras los otros son condenados al infierno de la nada— sino también respecto al pasado de nuestra literatura. Se ejerce la censura hacia atrás y hacia adelante. La arbitrariedad mafiosa decreta quién es quién en la cultura nacional. Es de subrayarse que esta “revaluación del pretérito”, como la “apreciación crítica del presente”, no está basada en ninguna consideración crítica seria, objetiva, con sólidos fundamentos, sino que se sustenta en los gustos de la mafia o, lo que es peor, en las opiniones personales del dirigente de la misma.

La historia, sin embargo, no ha pactado ni puede pactar con la escala de valores y el procesamiento extraestético de la mafia. Cuando pase el tiempo, la glorificación artificiosa de los unos, el prestigio prefabricado de los otros, la trascendencia inventada de los demás, se vendrá necesariamente abajo y cada quien ocupará el sitio que le tiene reservada una posteridad ante la cual se estrellarán todos y cada uno de los trucos publicitarios que con tan buen resultado emplean hoy por hoy los escritores mafiosos.

(Publicado en la revista Rumbo No. 46, México, 15 de diciembre de 1975)